El 26 de julio, la Iglesia Católica celebra la memoria de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús Ana era oriunda de Belén. Se casa a los 24 años con un propietario rural (dedicado a los rebaños y lanas) de origen galileo llamado Joaquín con quien vivió en Nazaret. Ambos pertenecían a la tribu de Judá.
Tras 20 años de matrimonio no habían tenido hijos y santa Ana ya era estéril por su avanzada edad, lo que la afligía sobremanera (los judíos creían que no tener hijos era una maldición). Joaquín ayuna 40 días en el desierto y un ángel le anuncia el nacimiento de su hija.
Llegado el tiempo llevan a María al templo de Jerusalén, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas que moraban en las habitaciones vecinas al templo. Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios.
Se cree que ese tiempo, Joaquín y Ana decidieron venir a vivir a Jerusalén, para poder visitar a la niña frecuentemente.
Joaquín muere a los 80 años y Ana a los 79.
Llegado el tiempo llevan a María al templo de Jerusalén, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas que moraban en las habitaciones vecinas al templo. Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios.
Se cree que ese tiempo, Joaquín y Ana decidieron venir a vivir a Jerusalén, para poder visitar a la niña frecuentemente.
Joaquín muere a los 80 años y Ana a los 79.
Tras poner de relieve que la Iglesia siempre reconoció “la gran riqueza de los abuelos desde el punto de vista humano y social, religioso y espiritual”, Benedicto XVI recordó que “en el pasado, los abuelos tenían un papel importante en la vida y en el crecimiento de la familia. Incluso cuando la edad avanzaba, seguían estando presentes con sus hijos, con los nietos y quizá con los bisnietos, dando un testimonio vivo de atención, de sacrificio y de entrega cotidiana sin reservas”.
El Papa afirmó que “los profundos cambios en la vida de las familias debido a la evolución económica y social, algunos ancianos se dan cuenta de que son un peso para la familia y prefieren vivir solos o en asilos, con todas las consecuencias que conllevan estas decisiones”. Por eso pidió que “los abuelos vuelvan a ser una presencia viva en la familia, en la Iglesia y en la sociedad, que continúen siendo testigos de unidad, de valores fundados en la fidelidad a un único amor que genera la fe y la alegría de vivir. Los llamados nuevos modelos de familia y el relativismo reinante han debilitado estos valores fundamentales del núcleo familiar”. Y agregó: “bajo ningún concepto”, los abuelos “sean excluidos del círculo familiar”, porque “son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe”.
Santa Ana de los Guácaras
Santa Ana de los Guácaras o Santa Ana, es una localidad de la provincia argentina de Corrientes, ubicada a unos 15 kilómetros de la capital provincial, en el departamento San Cosme.
El pueblo de Santa Ana es, hoy en día unos de los pocos exponentes que se encuentran en pie de los que fueron los primeros pueblos de la provincia de Corrientes y de la Argentina y posee muchas atracciones turísticas. Conserva las casas con fachada de estilo colonial con galería hacia la calle, construida con barro, tacuaras, y arcones de madera de árbol fuerte como de quebracho, los techos son de tejas rojas sobre paja.Reseña Histórica El Pueblo de Santa Ana de los Indios Guácaras
Geográficamente es la antigua denominación del Departamento de San Cosme. Correspondió al poblado indígena que se organizó en ese lugar en el siglo XVI (1500) con aborígenes traídos de la reducción de la Ciudad de “Concepción de la Buena Esperanza del Bermejo”.
Tenemos entonces, que originariamente, Santa Ana, fue una reducción indígena organizada en comunidad y dirigida por los padres franciscanos.
Fue fundada alrededor en 1621, como una reducción gobernada por los frailes franciscanos, que se pobló con nativos guácaras. En la población se asentaron parte de los nativos que pudieron huir de la destrucción de Concepción de Buena Esperanza. Hoy desaparecidos (aunque hubo mestizaje), entre los pocos rastros que se conservan de su cultura están las tallas elaboradas para la iglesia de Santa Ana, construida en 1771; la iglesia fue destruida en diciembre de 1821 en una invasión paraguaya ordenada por Gaspar Rodríguez de Francia, en la que tropas al mando del comandante de Itapúa, Norberto Ortellado, derrotaron al cacique guaraní Nicolás Aripí en la última batalla librada por un ejército íntegramente conformado por nativos guaraníes. Reconstruido el pueblo, fue remodelada entre 1889 y 1891, y declarada Monumento Histórico Nacional.
Santa Ana fue residencia del naturalista francés Aimé Bonpland cuando éste se afincó en Corrientes, invitado por el gobernador Pedro Ferré a dirigir el Museo de Historia Natural de la ciudad.
Respecto de la fecha que se instalaron en Santa Ana los indios Guácaras, existen discrepancias en los historiadores; según Manuel F. Mantilla en su “Crónica Histórica”. Este nombre (Guácaras), provino del propio de indio Chaqueño adjudicado en “Encomienda” al Capitán D. Alonso de Vera y Aragón “El Tupi” por su primo del mismo nombre, el “Cara de Perro” cuando el último se encontraba en la Ciudad de “Concepción de la Buena Esperanza del Bermejo”; aquel los trajo a Corrientes y después de asegurada la defensa de la futura ciudad, los traslada a Santa Ana, sirviendo más tarde, de base en la formación de la reducción.
En cambio, Federico Palma, en la “Historia Argentina Contemporánea”, sostiene que los indios Guácaras fueron instalados en la reducción de Santa Ana, después de la destrucción de la Ciudad del Bermejo acaecida en 1631.
Creemos, que esta fue la segunda corriente de Guácaras que engrosa a la primera que trajo Alonso de Vera y Aragón (El Tupí), meses antes de fundarse la ciudad de Vera de las Siete Corrientes allá por 1588.
Recién en 1826, el pueblo adquiere fisonomía urbana gracias a la reorganización encarada por el Gobernador de ese entonces Don Pedro Ferré, contando en esa época con una treintena de casas y una capilla.
A partir de 1840, la vieja denominación indígena de “Pueblo de los Guácaras”, es cambiada por el de “Santa Ana”, por haberlo dispuesto el Comandante militar del pueblo Don Pedro Vicente Amarilla.
En nuestros días, la vieja reducción franciscana es conocida con el nombre de “Santa Ana de los Guácaras”.
Fue también escenario en el siglo antepasado (1865-1870) del acantonamiento y tránsito del Ejército de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay), comandado por el entonces Presidente de los Argentinos, el General Don Bartolomé Mitre, en épocas de la guerra contra el Paraguay.
Estuvo instalado en predios de Santa Ana, en ese entonces, un lugar de evacuación de heridos, como punto intermedio de socorro y atención médica, entre Paraguay y Corrientes.
Una antigua tradición, datada ya en el siglo II, atribuye los nombres de Joaquín y Ana a los padres de la Virgen María. El culto aparece para Santa Ana ya en el siglo VI y para San Joaquín un poco más tarde. La devoción a los abuelos de Jesús es una prolongación natural al cariño y veneración que los cristianos demostraron siempre a la Madre de Dios.