miércoles, 26 de junio de 2013

Éste mes trabajamos el valor de La Solidaridad; que es uno de los valores que más favorece la creación de vínculos de confianza y de unión entre los niños. Pero los valores no pueden imponerse ni se aprenden cómo una asignatura en el colegio. Los niños serán los hombres de mañana y una de las maneras de dejarles para el futuro un mundo mejor es inculcarles valores tan necesarios para la sociedad como la solidaridad, que consiste en ayudar, colaborar y cooperar con los otros para conseguir un objetivo. Constituye uno de los valores humanos por excelencia, uno de los más importantes porque la solidaridad es necesaria para construir un mundo mejor. Ayudar a quienes lo necesitan, sin tener la obligación de hacerlo, sólo por satisfacción personal, es un acontecimiento gratuito único para la persona. Encontrar el sentido de estas actuaciones para tomar decisiones en consecuencia es una de las mejores enseñanzas que podemos transmitir a los niños durante su infancia.
A continuación les transcribo el cuento con el cual lo trabajamos:

Cuento sobre la solidaridad. Hace frío
Papá y mamá ardilla habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar un nido calentito para sus bebés, que nacerían en invierno.
Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.
Un día, el Señor Invierno llegó con mucho viento frío; con una fuerte llovizna y hasta un leve granizo que parecían suaves copos que simulaban ser maripositas blancas danzando a la vez que se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y todo el bosque parecía un gran cucurucho de helado de crema en medio del silencio y la paz.
Y entonces, un horrible ruido despertó a los que hibernaban: ¡una máquina inmensa avanzaba destrozando las plantas, volteando los árboles y dejando sin casa y sin abrigo a los animalitos que despertaban aterrados y corrían hacia cualquier lado, tratando de salvar a sus hijitos!
Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que sus hijitos se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar.
Sus ronquidos eran más fuertes que el ruido de la máquina y sus bebés no despertaron. Mamá Ardilla le preguntó, preocupada:
-¿Qué pasa afuera?-
- No te preocupes y sigue durmiendo, que nuestro árbol es el más grande y fuerte del bosque y no nos va a pasar nada- le contestó.
Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían dificultades. Entonces insistió:
- Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir con los que más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos pierden a sus familias por no tener nada?-
Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y a Mamá Ardilla. Se paró en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce Mamá Ardilla y ¡corrió a ayudar a sus vecinos!.
En un ratito, el inmenso roble del bosque estaba lleno de animalitos que se refugiaron felices en él. El calor de todos hizo que el intenso frío se fuera de ese lugar y se llenara del calor de todos ellos. ¡Parecía que había llegado la primavera en medio del invierno!.
Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos, protegidos de la nieve y del frío. Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron todas las familias de sus vecinos y vivieron contentos.
Durmieron todos abrazaditos hasta que llegara en serio la primavera, el aire estuviera calientito, y hubiera comida y agua en abundancia.
De esta manera papá ardilla comprendió el valor de la SOLIDARIDAD, ya que se sintió muy contento en brindarles su ayuda a aquellos que más lo necesitaban.
FIN
Cuento de Teresa del Valle Drube.





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